No hay sitio para dos

La resolución del Mundial 2012 no defraudó las expectativas, con una carrera dramática en la que pasaron tantas cosas que es difícil escoger no ya la más destacada, sino las cuatro o cinco más trascendentes.

Pero con trascendencia, dramatismo y épica repartida a partes iguales, al final Sebastian Vettel se llevó el tercer título por la sencilla razón de que sólo uno puede hacerlo, sólo uno puede ser campeón y sólo uno entrará en el palmarés de este año por que no hay sitio para dos.

Ya se que la dicotomía Alonso-Vettel (puestos así por orden alfabético) es una polémica que no terminará nunca y que no se resolverá en este modesto blog. Pero la sensación que tengo en este momento, a la hora de escribir esto, es que ambos tienen y acumulan méritos suficientes para ser campeones y si lo ha sido Vettel es porque se lo ha merecido. Frase que serviría exactamente igual si el campeón hubiera sido Alonso.

Como ya he escrito muchas veces, al final el título es para quien más se lo merece y no se gana en la última carrera, sino a lo largo de toda la temporada. Y a lo largo de estas veinte carreras hemos visto como Vettel supo aguantar una primera parte de la temporada con un coche problemático, como aprovechó el buen momento de la segunda parte y como supo hacer carreras al ataque como en Abu Dhabi o aguantar situaciones verdaderamente difíciles como las varias que se le presentaron en Brasil y que superó sin descomponerse. Porque quedar el último en la cuarta curva, remontar con el coche tocado, superar una parada nefasta y además innecesaria y no perder los papeles con Kobayashi o Massa forman parte de esa templanza que tiene el campeón por mucho que haya quien le niegue mérito alguno a sus gestas.

¿Y que decir de Alonso? Le hemos visto superar una vez si y otra también las limitaciones de su Ferrari, una marca que, como dijo Sardi en los comentarios de Austin, no merecía el título que han estado a punto de ganar por el pilotaje del asturiano (“Alonso merece el título, pero Ferrari no” era la frase exacta), quien en Interlagos puso una vez más de manifiesto su extraordinario nivel de pilotaje, su sentido de la carrera y su capacidad para leer todas las situaciones, por difíciles que sean.

Pero esto son carreras de coches y por tanto no puede disociarse el piloto de su monoplaza. Y aunque un análisis rápido nos dice que el McLaren era el coche más rápido, su falta de fiabilidad le ha impedido ser el mejor y por tanto permitir a sus pilotos luchar por el campeonato. Todo lo contrario de Ferrari, que no siendo ni de lejos el más rápido, si ha sido el más fiable y por tanto ha permitido a su piloto luchar por el título hasta la última carrera.

Y en medio de ambos el Red Bull, el coche que no era el más rápido ni el más fiable y que sólo en la última parte de la temporada consiguió el nivel de prestaciones y fiabilidad necesarios para permitir a su piloto luchar por el campeonato… y acabar ganándolo.

Esta última carrera tuvo muchos protagonistas, pero aunque toda la atención se centro en el duelo por el título, no puedo por menos que citar la carrera de Hulkenberg, Button y Hamilton. Los tres se escaparon al principio, después Hamilton paró y la exhibición de los otros dos fue memorable, aguantando con los neumáticos de seco y sacándoles un mundo a todos. Y para colmo Hulk aún se permitió el lujo de pasar a Button y encabezar la carrera con una seguridad que hacía suponer que conseguiría su primera victoria. Sin embargo el “Safety Car” echó por tierra el carrerón de ambos y aunque Button acabó ganando la carrera, el pobre Nico perdió un tanto los papeles y un par de errores le impidieron ganar su primer Gran Premio e incluso su primer pódium.

Sin el toque con Hamilton y el injusto DT subsiguiente, probablemente la lucha por el título habría tenido mucha menos épica, pero siempre que pasan cosas Alonso sabe sacar partido de ellas y así tuvimos un final de campeonato digno de lo que ha ocurrido todo el año: una lucha que ha visto a los mejores pilotos del mundo luchar por el campeonato y a dos de los mejores hacerlo hasta el último suspiro. Al final ganó uno porque dos a la vez no pueden hacerlo.