Alessandro Nannini…

Cuando poco a poco empecé a reponerme de la impresión que me causaron las primeras noticias del accidente de Robert Kubica, y conforme se iban confirmando el alcance y la gravedad de sus heridas, me vino a la memoria una y otra vez la historia de Alessandro Nannini.

Confieso que estaba convencido de que iba a encontrar el relato de su accidente en mil sitios y con todas las desinformaciones habituales en estos casos. Sin embargo he visto muy pocas referencias de aquel accidente ocurrido hace veinte años, y que acabó con la carrera de un excelente piloto.

Alessandro estaba en Benetton, un equipo competitivo pero al que aún le faltaba un paso de calidad para llegar a lo más alto, pero ello no impedía ver el tremendo potencial de un piloto que parecía destinado a conseguir grandes triunfos. Curiosamente tras muchas vicisitudes y cambios, aquel equipo Benetton ha acabado siendo el Lotus-Renault actual.

Para la prensa y el público transalpino, Nannini era la gran esperanza de volver a tener un italiano en Ferrari. Y dado su potencial, muchos pensaban que estaba llamado a aprobar la gran asignatura pendiente del país desde 1953: desde entonces, ningún italiano ha sido campeón del Mundo de Fórmula 1, y  lógicamente también, ninguno lo ha sido con un Ferrari. El último fue Alberto Ascari, que aunó ambas cosas, ganar el título y hacerlo con un coche rojo.

En el GP de San Marino de 1990, en el que quedó en tercera posición.

Cuando Nannini recibió la oferta de Ferrari, simple y llanamente la rechazó. Y lo hizo por dos razones: la primera, porque la cifra económica era ridícula, y segunda porque pese a ser italiano, no era ferrarista, y por tanto las cuestiones sentimentales y retóricas no influyeron en su decisión.

Venía del motocross, y por ello no tenía mucha cultura automovilística,  motivo por el cual sus meteduras de pata eran legendarias. En cierta ocasión, en el Motor Show de Londres y con público en directo, el locutor le presentó a Bette Hill (la viuda de Graham), y lo hizo llamándola “la esposa del dos veces campeón del Mundo Graham Hill”, a lo que él contestó con un muy educado “encantado de conocerla, salude a su esposo de mi parte”.

Esa misma incultura (dicho sin animo peyorativo), o el hecho de no ser ferrarista es lo que le hizo ver que era mejor quedarse en Benetton que intentar la aventura en Maranello. La plaza libre al lado de Prost la ocupó Jean Alesi, en lo que fue el inicio del gran declive de Ferrari, lo cual demostró lo acertada que habría sido su decisión… de no haber tenido su accidente.

Tras el Gran Premio de España celebrado en Jerez, donde acabó tercero por detrás de los Ferrari de Prost y Mansell, Nannini volvió a Italia, y decidió volar a la finca de sus padres en Siena a bordo del helicóptero que hacía muy poco se había comprado. Lo hizo acompañado por un par de amigos y el piloto profesional del aparato.

En el DTM con Alfa Romeo. Esta foto es de 1994.

Al llegar a su destino, una de los patines de aterrizaje pisó terreno blando, hundiéndose y haciendo perder el control al piloto, provocando el vuelco del aparato. Sus ocupantes salieron despedidos, y Alessandro tuvo la mala fortuna de que uno de los rotores principales le segó de cuajo el brazo derecho. Auxiliados en primera instancia por los empleados de la finca, pronto llegaron ambulancias y socorristas, uno de los cuales tuvo el valor y la sangre fría de coger el brazo y meterlo en una nevera portátil para que se conservara. Apenas dos horas después del accidente, Nannini entraba en el quirófano, del que no saldría hasta diez horas después, con el brazo reimplantado.

A pesar del éxito de la operación, nunca volvió a estar en condiciones de pilotar un F.1, dejando su carrera con una única victoria, conseguida un año antes en el polémico Gran Premio del Japón de 1989. Tras el choque entre Senna y Prost quedó en cabeza, aunque no pudo evitar la remontada de Senna que le superó. Pero cuando posteriormente el brasileño fue excluido de la clasificación, heredó la victoria, la única de su palmarés.

En una reciente entrevista explicaba que su brazo derecho ha recuperado el 85 % de su volumen y fortaleza, pero apenas si tiene un 10% de movilidad. Es prácticamente un apéndice atrofiado, a pesar de lo cual aún se las apañó para correr en el DTM con el equipo Alfa Romeo.

En el GP de Hungría, una carrera que estaba convencido de que la habría ganado si Senna no le hubiera echado de la pista.

Nannini era un gran tipo además de excelente piloto. Empezó en Minardi, y aunque luego se fue a Benetton, siempre aparecía por el motor home de su antiguo equipo para tomarse un café, su gran vicio (en la actualidad posee una cadena de cafeterías) hasta el punto de que los médicos le recomendaron racionalizarlo, al menos en los fines de semana de carreras, ya que le alteraba el sistema nervioso de modo evidente.

En cierta ocasión estábamos comiendo en el hospitality de Minardi y apareció por allí para tomarse su sempiterno café. El cocinero le pegó un bufido y le dijo, “ya estás aquí otra vez, siempre gorreándome el café, ¡vete a tu equipo a tomártelo!” a lo que él le contestó, “¿Qué quieres que haga? A mi me gusta el café italiano, ¡no esa porquería que hacen los ingleses!”.

Fotos: Alessandro Nannini.
Autor/Procedencia: Menos la del DTM, de Carlos Castellá, fotos inéditas.
Carrera: Las dos de color de Hungría, y la de B/N de Imola.
Fecha: 1990

(Continuará)